Hoy preparamos maletas para iniciar un nuevo viaje. Nos vamos lejos, casi casi al otro lado del mundo. Asia…Camboya y China son nuestros destinos. Pero no se trata de vacaciones (o no únicamente) sino de una aventura que una vez más nos hace posible el trabajo como profesoras y profesores ELE. Hoy acompañamos a María Blanco, directora de ELE Barcelona y Languages4Life, en una experiencia que le marcó la vida: sus cuatro años enseñando español para extranjeros en estos dos países tan remotos como fascinantes.
De la Giralda a Angkor
Ni bien terminar la formación como profesora ELE en su ciudad natal, Sevilla, María encontró trabajo en una escuela de idiomas donde estaba encantada por poder dar rienda suelta a su creatividad y su flamante profesión. Vivía muy a gusto en la capital andaluza después de varios años entre Inglaterra y Barcelona así que, sin verdaderas intenciones de mudarse, cada tanto curioseaba el portal Todoele.net para ver ofertas de trabajo en diferentes destinos y fantasear un poco. Un día, sin embargo, vio un anuncio que sí le interesó: una sustitución en Camboya por tres meses, “algo con fecha de inicio y fin, muy tentador”, pensó.
Se trataba de una oferta publicada por Gloria, una chica catalana que había montado en el país asiático un proyecto educativo llamado chooseasia, una escuela de español para guías de turismo de los templos de Angkor. María le mandó, pues, su CV, hicieron una entrevista y, según cuenta, se cayeron enseguida muy bien por tener una forma de ser muy parecida.
Aterrizaje en otro planeta
María compró el billete (solo de ida) y le preguntó a su anfitriona la dirección a la que debía ir. “¿Dirección? ¡Aquí no hay direcciones!”. El primer choque cultural llegaba antes de lo esperado. Y el segundo, apenas bajar del avión en Camboya, cuando Gloria la fue a recibir junto a un estudiante de nivel avanzado y María intentó darle dos besos. ¡Error! El chico se apartó espantado y con razón, allí nadie se toca ni se besa al saludar. Claramente ya era momento de ir dejando los modales europeos y empezar a abrirse a una nueva cultura.
“Gloria era muy maja y tenía todo muy bien organizado para mí pero, claro, hay cosas que no me había dicho para que no me echara atrás con el viaje. Yo pensaba que me iba a una ciudad y no, era un pueblo en medio de la selva, con calles de tierra, casas de cuatro paredes de madera, sin electricidad. Mi casa sí que tenía comodidades (nevera, luz, ventilador) ¡pero era la única!
Clases ELE muy especiales
A la casa de María iban seis grupos de estudiantes, la mayoría hombres. La primera clase era a las 6 de la mañana, cuando empezaban a llegar todos en moto. “Yo confié ciegamente en esta aventura y por eso no tuve miedo. ¡Tantos hombres en una casa en la que vivía una mujer sola! Luego, por supuesto, los conocías y eran un amor”, confiesa María.
Los grupos eran de todos los niveles, cinco de camboyanos y uno de coreanos, el cual, según explica nuestra viajera, pagaba bastante mejor. “En realidad, era con lo único que yo podía hacer un poco de dinero porque en Camboya el sueldo diez años atrás era, como mucho, de 100 dólares al mes. La única forma de ganarse la vida era con alumnos de otras nacionalidades que pudieran pagar algo más parecido a las tarifas europeas”, aclara.
Pero la retribución que recibía María por su trabajo, su valentía y su entrega no se contaba en billetes. Ella no podía sentirse más afortunada al enseñar español y, al mismo tiempo, recibir educación sobre los templos de Angkor cuando ayudaba a sus estudiantes en su trabajo de guías turísticos. “Este aprendizaje recíproco ha sido lo más relevante del viaje, me cambió a nivel profesional y personal: no soy yo la única que está enseñando, todo el tiempo me instruyen también a mí”.
Por otro lado, María reconoce sentirse absolutamente privilegiada al haber tenido como aula ¡los templos de Angkor! “No disponíamos de internet ni ordenador ni fotocopiadora, solo una pizarra muy cutre. Las clases las dábamos en la casa y también en los templos. Era maravilloso. Yo era muy feliz, vivía esa libertad que no se puede describir con palabras, esa sensación única de libertad, de poder y de gratitud al hacer algo que te encanta en la otra parte del mundo”.
Profesora ELE en la selva
Sin lugar a dudas, María había llegado a un lugar totalmente distinto del que procedía. “Allí, a menos de 5 km de los templos de Angkor, todo era pura selva, con sus animales, sus sonidos, sus pájaros electrónicos, sapos, mariposas del tamaño de una mano, arrozales, palmeras con y sin coco, búfalos rebozándose en barro, peligrosos perros salvajes, murciélagos, muchas motos y muchos templos budistas”. Así describe María el entorno camboyano, con las sensaciones todavía vivas de aquel peculiar paraíso en el que trabajó como profesora de español para extranjeros hace ya una década.
También recuerda especialmente el clima. En Camboya hay dos estaciones: la seca y la húmeda y María llegó en la primera “con un calor insoportable y humedad del 80 % continuamente”. De la húmeda, la profesora también destaca que hace calor y llueve todo el tiempo “con unas tormentas tropicales impresionantes, por las que todo se inunda”.
En cuanto a lo económico, María relata que vivir allí es baratísimo, se come por la calle y un plato muy sano y rico cuesta alrededor de un euro. Baratísimo, claro, para una europea. La situación es muy diferente para los locales, tal como ella misma lo cuenta: “nunca había visto gente tan bonita y tan pobre. En un sitio como Camboya no esperas enriquecer tu bolsillo pero sí tu alma. Te vuelves más humano y más vividor, en el sentido de aprovechar la vida”.
¡Nada de volver a casa!
Cuando se acabaron los meses de trabajo en Camboya, María quería seguir como profesora ELE en el extranjero, así que desde allí mismo volvió a buscar en Todoele.net y encontró una oferta en China. Se fue a Guanzhou, “una de las ciudades de China que nadie conoce pero que es más grande que Londres”, donde entró en una escuela con horario completo, dando clases a grupos, particulares, diferentes niveles y alguna clase de inglés. Estuvo allí un año y luego seis meses con sus clases privadas; trabajó muchísimo con un objetivo: ahorrar y seguir viajando.
“China era muy distinta de lo que me esperaba, caótica pero a la vez muy espiritual, con una naturaleza impresionante y la gente muy cariñosa y familiar. Sentí que no había tanta diferencia cultural: compartimos la vida familiar, el sentarse a comer, el gusto por la comida, la sobremesa, el ruido”, explica María. En inmersión total, ya que se hizo enseguida amigas chinas, pasó un tiempo inolvidable y, además, pudo recorrer en compañía de una de ellas el enigmático gigante asiático.
Pero esta no fue la última estación del viaje. Luego vinieron tres meses en Nepal y otros tres en India, allí ya tomando unas merecidas vacaciones después de tantas horas dedicadas a la enseñanza del español para extranjeros. ¿Última, pues, parada para la viajera? ¡Qué va! Una nueva llamada desde Camboya para un puesto como profesora la llevó a su amado y lejano país durante otros seis meses. Luego, sí, volvió a la Ciudad condal y fundó ELE Barcelona desde donde hoy con mucho énfasis (¡y no es para menos!) nos recomienda: “viajad trabajando, es una de las experiencias vitales más completas que podéis tener”.
Flor Ragucci