Odiseas de una profesora ELE en Grecia

Odiseas de una profesora ELE en Grecia

Desde el primer día de mi curso de profesores de español, a la alegría de asomarme a un mundo nuevo de conocimientos y experiencias, se sumó el pálpito de que ello me llevaría aún más allá, aún más lejos. Casi quince años después, recuerdo esas sensaciones y, divertida, las confirmo: vivo en Atenas, Grecia, trabajo como profesora de español para extranjeros (ELE), estoy muy contenta y, al mismo tiempo, nunca descarto la posibilidad de enseñar en Japón, en Rusia, en Brasil…

La verdad es que la formación de profesores de español me dio un certificado ELE que bien podría llamar  “pasaporte”. En cuanto lo acabé, me puse a buscar empleo tanto en España como en el exterior y descubrí que había cientos de posibilidades. Estuve a punto de irme a China, a Egipto, a Arabia Saudita, a Turquía y a Vietnam pero luego los misterios de la vida me trajeron a Grecia, justo a ese destino que nunca había pensado (¡Suele pasar!). Llegué a Atenas en 2015 como periodista (es mi otra profesión, junto con la de filóloga hispánica) y me enamoré, no solamente de las playas, la comida, la música y la historia griegas… Con lo cual, hice maletas y me mudé, siempre confiando en que mi “pasaporte- certificado ELE” me echaría una mano. 

Nunca me ha faltado trabajo. Ni siquiera al principio, cuando yo no sabía ni una palabra de griego. La profesión de enseñar español en el extranjero tiene, entre otras, esa gran ventaja: ¡no necesitas el idioma del lugar! Si sigues el método comunicativo y buscas propiciar la inmersión del alumnado, el 95 % de tus clases será en español y el otro 5 % lo puedes hacer en alguna otra lengua que tengáis en común hasta que domines un poco mejor el idioma local. En Grecia, en particular, también me ayudó la calidez de la gente y el profundo amor que ellos sienten por la lengua y la cultura hispanas. La mayoría de estudiantes llegaba (y llega hoy en día) hasta mí por la música, la danza, el cine, la Historia o la gastronomía y siempre se muestran muy agradecidos de que tú seas, de algún modo, vehículo de toda esa riqueza cultural. 

Aquí son muy populares las clases particulares a domicilio, en las que el profesor se desplaza a la casa de los alumnos. Claro, esto en “la era pre Covid”. Ahora casi todo se hace on-line y, como en tantos otros campos, nadie sabe cómo continuará la historia. Pero, en cualquier caso, es algo que para mí tiene unas cuantas ventajas: flexibilidad, cero costo en instalaciones y equipamiento, la oportunidad de conocer de arriba abajo la ciudad (antes del 2020) y la comodidad de no verte envuelta en los tan habituales atascos de la caótica Atenas (después del 2020). ¿Desventajas? También las tiene, por supuesto. Trabajas como autónomo con los consiguientes perjuicios económicos, o trabajas “en negro” con los consiguientes perjuicios a nivel de cobertura médica y pensiones. Lo más habitual es combinar el trabajo de profesor ELE independiente con el de profesor empleado en una academia privada. Allí te hacen contrato y “normalizas” tu situación pero, he de advertir, tu salario es mucho menor que cuando das clases particulares. En general, las condiciones laborales y económicas de Grecia son precarias, sin duda por debajo de la media europea, y yo diría que ese es el mayor obstáculo que, si te decides por este país como destino, puedes encontrar. Menos mal que para compensar estas dificultades, Grecia te ofrece su fantástica comida a precios muy asequibles (se come mucho más barato que en España), alquileres también razonables, la oportunidad de llegar muy fácilmente a paisajes paradisíacos y, por sobre todas las cosas, el apoyo y la solidaridad constante de su gente.

Impartiendo clases de español en mi casa en Grecia donde vivo actualmente.

Otro aspecto que me resulta interesante destacar de la vida de un profesor de español para extranjeros en este rincón del mundo es el hecho de haber entrado en contacto con nuevas metodologías de trabajo. De mi curso FELE  y mi experiencia docente en Barcelona yo he traído conmigo un método de enseñanza comunicativo, participativo, lúdico, inductivo, que muy poco tiene que ver con el implementado en la mayor parte de centros académicos de Grecia. En el País heleno, primero que nada los exámenes y los diplomas. La gente suele padecer de “titulitis” y los programas educativos responden a ello (¿o es al revés?). Entonces es muy frecuente que te encuentres alumnos con un certificado de nivel muy alto pero que no pueden articular fluidamente cuatro palabras. ¡Normal! Si no se les ha brindado la posibilidad de hablar, de interactuar, de practicar durante las clases, muy difícil es que desarrollen la expresión oral, destreza fundamental en la adquisición de una lengua extranjera. 

Esto, al comienzo, supuso un choque para mí porque no sabía si esa base de la que partían muchos estudiantes podría encajar con mi forma de enseñar el español. Pero pronto me di cuenta de que en vez de jugarme en contra, ¡me jugaba a favor! Los alumnos griegos, quizás sin ser demasiado conscientes de ello, buscan también algo diferente, buscan un enfoque que les permita alcanzar lo que ellos más quieren: hablar la nueva lengua. La mayoría de mis experiencias como profesora ELE han sido, entonces, muy gratificantes. Los estudiantes se entusiasman enormemente con una clase dinámica, participativa, en la que ellos son los protagonistas y disponen del espacio y las herramientas para expresarse sin miedos en su amado español. 

No voy a negar que al principio a algunos les resulta un poco raro, acostumbrados a los eternos monólogos del profesor y los ejercicios de gramática del libro, pero normalmente “el enganche” se produce rápido y las clases fluyen enseguida de forma muy natural. Además, yo también he ido adaptándome al nuevo contexto y he ido flexibilizando mis creencias a medida que escuchaba las necesidades de mis estudiantes y entraba en contacto con otros colegas. Eso es algo que valoro muchísimo de mi trabajo como profesora ELE en el exterior: el intercambio continuo de visiones e ideas que, por supuesto, enriquece cada día el bagaje inicial con el que llegué a Grecia. 

Puedo decir, pues, que con lo bueno y con lo malo, el balance después de seis años aquí es positivo. He llegado a crear una cartera más o menos estable de alumnos que me permite cada septiembre contar con la tranquilidad de un nuevo curso. De media, doy unas 20 horas de clase a la semana, repartidas en sesiones de 1 hora y media individuales o de pequeños grupos. Este número me resulta muy provechoso porque me da un sueldo digno, comparable al de otras profesiones independientes como arquitectos, abogados, informáticos, etc y una jornada laboral de aproximadamente 6 horas (incluyendo el tiempo de preparación que, como todo profe sabe, no es poco). 

También he tenido la oportunidad de trabajar en el departamento de Formación de adultos de una prestigiosa escuela primaria y secundaria privada, donde encontré la excepción que confirma la regla: buenas condiciones y buen sueldo. Allí daba clases de español a seis estudiantes, la mayoría padres de alumnos, lo cual me reconectó con la enseñanza a grupos, que echaba mucho de menos. Y ahora me preparo para una convocatoria a una plaza como profesora ELE en la Universidad de Atenas… ¡Nunca se sabe! 

Nunca se sabe. Contra todo pronóstico de éxito, yo he dejado la próspera Barcelona y me he mudado a un país sumido en la peor crisis de su Historia con esperanza, romanticismo, mi certificado ELE ¡y, sin duda, bastante inconsciencia! Pero la cosa no ha ido tan mal. No me he hecho rica ni tampoco he pasado necesidades. Disfruto cada día de mi trabajo como profesora de español para extranjeros porque es creativo, es humano, es siempre diferente y aprendes tanto como enseñas (¡o más!). Para mí esta profesión ha sido una gran puerta de entrada a la cultura y la idiosincrasia griegas. De la mano del alumnado he conocido tradiciones, canciones, platos, películas y, lo más importante, una nueva forma de sentir y entender la vida. ¡No! ¡Hay algo que es todavía más importante!: he descubierto a personas maravillosas, muchas de las cuales hoy son mis amigas. El trabajo como profesora ELE ha sido clave para la creación de mi nuevo círculo social, sin lugar a dudas. 

Flor Ragucci una profesora de español en Grecia

Por último, me gustaría compartir también un proyecto que ha surgido a raíz de las clases de español y que me tiene muy ilusionada. Junto a dos alumnas y otra profesora (todas ellas griegas) hemos montado un grupo de traducción literaria y estamos preparando la edición bilingüe de los microrrelatos maravillosos de una autora helena que, espero, pronto podáis disfrutar en España y Latinoamérica. ¡Nunca se sabe! Lo primero es dar el paso hacia eso nuevo que tanto deseamos y confiar.

Flor Ragucci

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